domingo, 30 de marzo de 2008

EL NIÑO OSEL_12-2-85 (EXACTAMENTE 8 años mayor que YO)

Era sólo un bebé cuando saltó a la fama, como encarnación de un nuevo lama. Hoy, este granadino de nacimiento y tibetano de adopción tiene 22 años y ha roto con el férreo destino que le esperaba. Ésta es la extraordinaria historia de Osel Hita, un niño educado para líder del budismo que ha preferido ser director de cine.María y Francisco, los padres de Osel, viajaron a Dharamsala cuando el niño tenía tres años para comprobar si el Dalai lo confirmaba como la reencarnación del lama Yeshe, fallecido meses antes. Osel superó todas las pruebas y a los otros diez candidatos en liza.



El venerable lama Tenzin Osel Rimpoché, nacido en Bubión (Granada) el 12 de febrero de 1985, proclamado por el Dalai, cuando aún gateaba, como la reencarnación del venerable lama Thubten Yeshe, que murió en California en 1984, ha vuelto a nacer. Por propia voluntad. En un discreto acto de rebeldía, pero sobre todo de búsqueda de sí mismo, recupera el nombre y los apellidos de su carné de identidad: Osel Hita Torres. Osel ha colgado los hábitos color azafrán de los monjes budistas, no se rasura el cráneo… y hasta se ha teñido el pelo alguna vez. No es una espantada. Es un desafío que se venía gestando desde que tenía ocho años y pidió socorro a su madre para que fuera a por él al monasterio feudal de Sera, en la India, y se lo llevase a España con sus hermanos. «¡Mamá, sácame de aquí!», le pidió en un mensaje grabado. Para los lamas, aquello fue una pataleta de un mimado niño occidental. Osel volvió a la férrea disciplina conventual. Pero desde entonces vivió con el desgarro a flor de piel.

Ahora, Osel estudia para ser director de cine. Es una carrera que le viene como anillo al dedo. Desde muy pequeño ha dedicado muchas horas al día a visualizar a Buda. Siendo un crío, llegó a imaginarlo en una montaña de helados: un mandala de tutti fruti. Osel tiene una imaginación vivísima y un rico mundo interior. Los tebeos de Tintín le servían como escapatoria a las interminables clases de gramática tibetana. Con ellos aprendió los rudimentos de la narrativa fílmica. La televisión estaba prohibida en el monasterio, pero la veía cuando estaba de viaje. Ésta es la sinopsis de una vida extraordinaria de alguien que quiere ser normal. Fundido desde negro…

Exterior, día. Osel abandona sus estudios de doctor en Filosofía y Dialéctica Budista y se matricula en una escuela de cine. Lo más importante: aspira a decidir el guión de su vida. «Me fui a Italia y estuve currando de ayudante de cámara, maquinista y electricista. Pasé allí seis meses y a la vuelta decidí que quería estudiar cine. Me interesa tener la capacidad para plasmar mensajes, situaciones cotidianas, música, gente, lugares, sentimientos... Momentos condensados en dos horas. Es la nueva era de la comunicación y por eso empecé a experimentar en ello. Pero no creo que cuente mi historia, mi biografía. No, lo del guión de mi vida me parece un poco sobrao. Cuando dejé el monasterio, estuve en un instituto de Canadá, donde saqué el equivalente del bachillerato español. Luego, me fui a Suiza. Allí estudié arte, filosofía, derechos humanos y francés durante un semestre.» Fue entonces cuando le picó el gusanillo del cine y se fue a Italia. También ha procurado divertirse, tontear con chicas y desquitarse así de la disciplina medieval a la que estaba sometido. Dicen que el lama Yeshe, del que se asegura que Osel es la reencarnación «irrefutable», también iba a las discotecas a fin de comprender el hedonismo occidental.Osel no es un lama cualquiera. Está destinado a ser el líder del budismo tibetano en Occidente y, si así lo decide, podrá retomar en el futuro su formación como maestro espiritual. No tiene interés por la popularidad. Nunca lo tuvo. «No creo que a nadie le guste ser acosado por los paparazzi cuando sale a la calle o a tomarse unas cañas con amigos. Perder mi intimidad, en este momento, sería un desastre para mi vida. Cuando pasen unos años, y si algo sale de lo que estoy estudiando, pues que venga. Pero de momento prefiero ser un ciudadano anónimo», explica. Desde niño fue arañando una parcela cada vez mayor de autonomía dentro de la rígida jerarquía tibetana. Y defendió cada palmo conquistado. A los nueve años puso sus propias condiciones en una tensa reunión en Londres para volver al lamasterio de la India: que lo acompañaran su padre y su hermano pequeño, Kulkyen; tener cocinero propio, pues estaba harto de los potajes cuartelarios en Sera, y que le dejasen jugar a la Game Boy… Desde los once años, si lo visitaban periodistas, él decidía si los recibía. Osel tiene plena libertad para elegir su futuro y su oficio, pero, haga lo que haga, siempre será para los tibetanos un guía espiritual. Y, quiera o no, es un lama reencarnado, un tulku, aunque no ejerza como tal

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